sábado, 12 de enero de 2013

"Eran intelectuales sin dos pesetas"

Quisiera poder gritar por una vez que no soy la única. Yo no me escondo, eso nos diferencia.

¿Debo sentir que estoy pecando por ser fiel a mis intereses, a mis ideas, a mis metas, a mi misma? ¿Soy el único criminal cuando toda la raza humana ha pecado contra mi? ¿Es eso justo?

Lo cierto es, que no culpo a nadie. Quizá la única que se equivocó fui yo al pensar que iba a cambiar algo, tampoco es que esperase un milagro, sólo esa mirada cómplice. Añoro la compañía de alguien que pueda sentirme, alguien capaz de mostrarme un camino que no sea el que engloba a todo el mundo y a mi, sin embargo, me apesadumbra cada vez más, cuya mirada corresponda a la mía y pueda percibir esa llama que me demuestre que quedamos pocos pero, al menos, quedamos. 
Me propuse no engañarme a mi misma, bajar de allá donde estuviese y que mis pies fuesen descendiendo con el fin de quitar distancia y, seguramente, dolor a la caída que me esperaba. Fracasé, era demasiado evidente pero creo que en el fondo me esperaba ese recibimiento, todos los humanos odian a los desgraciados, se sienten amenazados al pensar que pueden verse salpicados de esa amargura que envuelve todo lo que toco. 

Evasión. Tanto en el espacio como en el tiempo es en lo único en lo que encuentro consuelo. 

Debería estar acostumbrada a fallar estrepitosamente, pero por suerte o por desgracia no es así. Ésto ha hecho que mis intereses cambien quizá de una manera más sutil de lo que aparenta a simple vista, pero con algo siempre presente, tengo que irme de aquí. 

Como conclusión saco que quisiera acabar mis días con la humildad de un vagabundo y el alma de un poeta, 

No hay comentarios:

Publicar un comentario