Había
una vez una niña que nació en blanco y negro. Su cuerpo no tenía
ni una pizca de color y su pelo era gris como la ceniza. Un día, se
topó con un libro y en el momento en el que sus ojos recorrieron las
primeras palabras se volvieron violetas, su pelo comenzó a tornarse
del color del cielo en verano, sus manos se volvieron del color de
las hojas de los árboles, una sustancia del color del vino comenzó
a correr por sus venas y su corazón comenzó a brillar más que el
propio sol en una mañana de primavera. La niña frágil se había
convertido en un alma hambrienta con el don de querer descubrir el
mundo.
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